Evaluar la experiencia adquirida: entre normas de certificación y singularidad de los itinerarios profesionales

Boletín OIT/Cinterfor 152

<p>La certificación de las calificaciones y competencias profesionales ocupa un lugar creciente en los debates acerca de la formación y la gestión de la mano de obra. Las reestructuras de los años 1970 revelaron el papel catalizador del diploma en la reconversión y luego en la movilidad de los asalariados. Se reconoce hoy que los modos de construcción de la competencia son diversos y se admite aún más que en el pasado que se adquieren saberes de diferentes maneras que a una formación. A partir de esto es equitativo organizar procedimientos objetivos que le den cierta visibilidad a la experiencia informal fuera de los lugares donde se adquirió. Mientras que la certificación se consideraba tradicionalmente en términos de diplomas, como la conclusión de una formación, actualmente se implementan o experimentan diferentes modalidades de validación de la experiencia. Para garantizar el acceso de públicos heterogéneos a certificaciones idénticas, la equidad exige que se creen situaciones de evaluación que tengan en cuenta estas diferencias garantizando al mismo tiempo que los candidatos sean de nivel equivalente. En este caso la preparación de la evaluación es más compleja. En todos los casos, la instancia que certifica debe garantizar que la evaluación es confiable, válida y que lo que se ha constatado es a la vez generalizable y reproducible en situaciones similares.</p>


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